Aviso: Los libros aquí transcriptos y los personajes
pertenecen a Stephenie Meyer y la historia original “Reading Twilight” a Choices HP, yo solo la traduzco, todo
esto es sin ánimos de lucro, solo por mero entretenimiento.
PORT ANGELES leyó Rosalie
Jessica conducía aún más deprisa que
Charlie, por lo que estuvimos en Port Angeles a eso de las cuatro. Hacía
bastante tiempo que no había tenido una salida nocturna sólo de chicas; el
subidón del estrógeno resultó vigorizante. Escuchamos canciones de rock
mientras Jessica hablaba sobre los chicos con los que solíamos estar. Su cena
con Mike había ido muy bien y esperaba que el sábado por la noche hubieran
progresado hasta llegar a la etapa del primer beso.
"Eso suena muy divertido", dijo
Emmett poniendo los ojos.
Sonreí para mis adentros, complacida. Angela estaba feliz de
asistir al baile aunque en realidad no le interesaba Eric. Jess intentó hacerle
confesar cuál era su tipo de chico, pero la interrumpí con una pregunta sobre
vestidos poco después, para distraerla.
"Eso
estuvo bien de su parte", sonrió Esme.
Angela me dedicó una mirada de agradecimiento.
Port Angeles era una hermosa trampa para
turistas, mucho más elegante y encantadora que Forks, pero Jessica y Angela la
conocían bien, por lo que no planeaban desperdiciar el tiempo en el pintoresco
paseo marítimo cerca de la bahía. Jessica condujo directamente hasta una de las
grandes tiendas de la ciudad, situada a unas pocas calles del área turística de
la bahía.
Se había anunciado que el baile sería de
media etiqueta y ninguna de nosotras sabía con exactitud qué significaba
aquello.
"No
tiene mucha diferencia para las chicas, solo hay que elegir el vestido que se
te vea mejor", dijo Alice. "Imaginate tener que ir a Port Angeles
solo por eso".
"Lo sé", coincidió Rosalie,
temblando igual que Alice.
Jessica y Angela parecieron sorprendidas y
casi no se lo creyeron cuando les dije que nunca había ido a ningún baile en
Phoenix.
— ¿Ni siquiera has tenido un novio ni nada
por el estilo? —me preguntó Jess dubitativa mientras cruzábamos las puertas
frontales de la tienda.
—De verdad —intentaba convencerla sin
querer confesar mis problemas con el baile—. Nunca he tenido un novio ni nada
que se le parezca. No salía mucho en Phoenix.
"Los dos", dijo Edward feliz.
— ¿Por qué no? —quiso saber Jessica.
—Nadie me lo pidió —respondí con
franqueza.
Parecía escéptica.
—Aquí te lo han pedido —me recordó—, y te
has negado.
"Ella
no le dijo no a Eddy," rió Emmett.
"No
creo que nadie sepa sobre eso", dijo Edward, con una mirada de suficiencia
sobre el comentario de Emmett.
En ese momento estábamos en la sección de
ropa juvenil, examinando las perchas con vestidos de gala.
—Bueno, excepto con Tyler —me corrigió
Angela con voz suave.
"Espera,
ella nunca le dijo que sí a Tyler", dijo Emmett bastante confundido.
"No,
pero parece que Tyler está diciendo a todos que ella lo acepto", dijo
Edward, mirando divertido al libro.
— ¿Perdón? —me quedé boquiabierta—. ¿Qué
dices?
—Tyler le ha dicho a todo el mundo que te
va a llevar al baile de la promoción —me informó Jessica con suspicacia.
— ¿Que dice el qué?
Parecía que me estaba ahogando.
—Te dije que no era cierto —susurró Angela
a Jessica.
Permanecí callada, aún en estado de shock,
que rápidamente se convirtió en irritación. Pero ya habíamos encontrado la
sección de vestidos y ahora teníamos trabajo por delante.
—Por eso no le caes bien a Lauren —comentó
entre risitas Jessica mientras toqueteábamos la ropa.
"Más
bien es una de las razones, de eso estoy seguro," dijo Edward.
Me rechinaron los dientes.
— ¿Crees que Tyler dejaría de sentirse
culpable si lo atropellara con el monovolumen, que eso le haría perder el
interés en disculparse y quedaríamos en paz?
"¿Realmente
ella cree que es por eso que él está tratando de invitarla a salir?"
Emmett se rió.
"Parece
que sí," se rió Edward. "Es tan extraña que no puede darse cuenta de
eso - es tan evidente -. Pero se da cuenta de cada resbalón que doy"
"Obviamente,
ella esta tan obsesionada contigo que no puede ver lo que está justo en frente
de su cara", sonrió Alice.
—Puede —Jess se rió con disimulo—, si es
que lo está haciendo por ese motivo.
La elección de los vestidos no fue larga,
pero ambas encontraron unos cuantos que probarse. Me senté en una silla baja
dentro del probador, junto a los tres paneles del espejo, intentando controlar
mi rabia.
Jess se mostraba indecisa entre dos. Uno
era un modelo sencillo, largo y sin tirantes; el otro, un vestido de color
azul, con tirantes finos, que le llegaba hasta la rodilla.
"Y conociendo cómo trabaja la mente de
Jessica, ella va a estar preocupada por si Bella lo dice sólo para hacerla
lucir mal", sonrió Edward.
Angela eligió un vestido color rosa claro
cuyos pliegues realzaban su alta figura y resaltaban los tonos dorados
de su pelo castaño claro. Las felicité a ambas con profusión y las ayudé a
colocar en las perchas los modelos descartados.
Nos dirigimos a por los zapatos y otros
complementos. Me limité a observar y criticar mientras ellas se probaban varios
pares, porque, aunque necesitaba unos zapatos nuevos, no estaba de humor para
comprarme nada. La tarde noche de chicas siguió a la estela de mi enfado con
Tyler, que poco a poco fue dejando espacio a la melancolía.
— ¿Angela? —comencé titubeante mientras
ella intentaba calzarse un par de zapatos rosas con tacones y tiras. Estaba
alborozada de tener una cita con un chico lo bastante alto como para poder
llevar tacones. Jessica se había dirigido hacia el mostrador de la joyería y
estábamos las dos solas.
Extendió la pierna y torció el tobillo
para conseguir la mejor vista posible del zapato.
Me acobardé y dije:
—Me gustan.
—Creo que me los voy a llevar, aunque sólo
van a hacer juego con este vestido —musitó.
—Venga, adelante. Están en venta —la
animé.
Ella sonrió mientras volvía a colocar la
tapa de una caja que contenía unos zapatos de color blanco y aspecto más
práctico. Lo intenté otra vez.
—Esto... Angela... —la aludida alzó los
ojos con curiosidad.
— ¿Es normal que los Cullen falten mucho a
clase?
Mantuvo los ojos fijos en los zapatos.
Fracasé miserablemente en mi intento de parecer indiferente.
"Hubiera
sido difícil de todos modos, ya que ella sacó el tema de la nada", dijo
Edward. "Pero dudo que Angela haga un gran escándalo por eso”
—Sí, cuando el tiempo es bueno agarran las
mochilas y se van de excursión varios días, incluso el doctor —me contestó en
voz baja y sin dejar de mirar a los zapatos—. Les encanta vivir al aire libre.
No me formuló ni una pregunta en lugar de
las miles que hubiera provocado la mía en los labios de Jessica. Angela estaba
empezando a caerme realmente bien.
—Vaya.
Zanjé el tema cuando Jessica regresó para
mostrarnos un diamante de imitación que había encontrado en la joyería a juego
con sus zapatos plateados.
Habíamos planeado ir a cenar a un pequeño
restaurante italiano junto al paseo marítimo, pero la compra de la ropa nos
había llevado menos tiempo del esperado. Jess y Angela fueron a dejar las
compras en el coche y entonces bajamos dando un paseo hacia la bahía. Les dije
que me reuniría con ellas en el restaurante en una hora, ya que quería buscar
una librería. Ambas se mostraron deseosas de acompañarme, pero las animé a que
se divirtieran. Ignoraban lo mucho que me podía abstraer cuando estaba rodeada
de libros, era algo que prefería hacer sola.
"Dudo
que encuentre algo importante", dijo Edward sonriendo. "Esa
librería nueva no va a atraer a Bella".
Se alejaron del coche charlando
animadamente y yo me encaminé en la dirección indicada por Jess.
No hubo problema en encontrar la librería,
pero no tenían lo que buscaba.
"Lo sabía", dijo Edward con aire de
suficiencia
Los escaparates estaban llenos de vasos de
cristal, dreamcatchers y libros sobre sanación espiritual. Ni siquiera
entré. Desde fuera vi a una mujer de cincuenta años con una melena gris que le
caía sobre la espalda.
Lucía un vestido de los años sesenta y sonreía
cordialmente detrás de un mostrador. Decidí que era una conversación que me
podía evitar. Tenía que haber una librería normal en la ciudad.
"No,"
dijo Edward sin dejar de sonreír.
"Pero
al parecer, ella va a buscar una", sonrió Emmett.
"Espero
que no se pierda", dijo Edward, frunciendo las cejas.
Anduve entre las calles, llenas por el tráfico propio del final de la
jornada laboral, con la esperanza de dirigirme hacia el centro. Caminaba sin
saber a donde iba porque luchaba contra la desesperación, intentaba no pensar
en él con todas mis fuerzas y, por encima de todo, pretendía acabar con
mis esperanzas para el viaje del sábado, temiendo una decepción aún más dolorosa que el resto. Cuando
alcé los ojos y vi un Volvo plateado aparcado en la calle todo se me
vino encima. Vampiro estúpido y voluble, pensé.
Muy
buena," estalló Emmett, riendo.
Avancé pisando fuerte en dirección sur,
hacia algunas tiendas de escaparates de apariencia prometedora, pero cuando llegué
al lugar, sólo se trataba de un establecimiento de reparaciones y otro
que estaba desocupado. Aún me quedaba mucho tiempo para ir en busca de Jess y
Angela, y necesitaba recuperar el ánimo antes de reunirme con ellas.
Después de mesarme los cabellos un par de veces al tiempo que suspiraba
profundamente, continué para doblar la esquina.
"No
me gusta el sonido de esto", dijo Edward, tensándose una vez más.
"A
mí tampoco", dijo Rosalie con la voz oscura antes de continuar con la
lectura.
Al cruzar otra calle comencé a darme
cuenta de que iba en la dirección equivocada. Los pocos viandantes que había
visto se dirigían hacia el norte y la mayoría de los edificios de la zona
parecían almacenes. Decidí dirigirme al este en la siguiente esquina y luego
dar la vuelta detrás de unos bloques de edificios para probar suerte en otra
calle y regresar al paseo marítimo.
Un grupo de cuatro hombres doblaron la
esquina a la que me dirigía. Yo vestía de manera demasiado informal para ser
alguien que volvía a casa después de la oficina, pero ellos iban demasiado
sucios para ser turistas.
"No
vayas por ese camino", dijo Edward, gruñendo suavemente.
Me
percaté de que no debían de tener muchos más años que yo conforme se fueron
aproximando. Iban bromeando entre ellos en voz alta, riéndose escandalosamente
y dándose codazos unos a otros. Salí pitando lo más lejos posible de la parte
interior de la acera para dejarles vía libre, caminé rápidamente mirando hacia
la esquina, detrás de ellos.
— ¡Eh, ahí! —dijo uno al pasar.
Debía de estar refiriéndose a mí, ya que
no había nadie más por los alrededores. Alcé la vista de inmediato. Dos de
ellos se habían detenido y los otros habían disminuido el paso. El más próximo,
un tipo corpulento, de cabello oscuro y poco más de veinte años, era el que
parecía haber hablado. Llevaba una camisa de franela abierta sobre una camiseta
sucia, unos vaqueros con desgarrones y sandalias. Avanzó medio paso hacia mí.
Aunque Rosalie no había cambiado el tono de
su voz desde que comenzó a leer, fue fácil para todos allí escuchar su ira
creciendo con cada palabra que leía. Sus manos también parecían que estaban a
punto de flexionarlas, pero ella tenía suficiente control de sí misma como para
destruir el libro,
— ¡Pero bueno! —murmuré de forma
instintiva.
Entonces desvié la vista y caminé más
rápido hacia la esquina. Les podía oír reírse estrepitosamente detrás de mí.
— ¡Eh, espera! —gritó uno de ellos a mis
espaldas, pero mantuve la cabeza gacha y doblé la esquina con un suspiro de
alivio. Aún les oía reírse ahogadamente a mis espaldas.
Me encontré andando sobre una acera que
pasaba junto a la parte posterior de varios almacenes de colores sombríos, cada
uno con grandes puertas en saliente para descargar camiones, cerradas con
candados durante la noche. La parte sur de la calle carecía de acera, consistía en una cerca de malla metálica rematada en alambre
de púas por la parte superior con el fin de proteger algún tipo de piezas
mecánicas en un patio de almacenaje. En mi vagabundeo había pasado de largo por
la parte de Port Angeles que tenía intención de ver como turista. Descubrí que
anochecía cuando las nubes regresaron, arracimándose en el horizonte de
poniente, creando un ocaso prematuro. Al oeste, el cielo seguía siendo claro,
pero, rasgado
por rayas naranjas y rosáceas, comenzaba a
agrisarse. Me había dejado la cazadora en el coche y un repentino escalofrío
hizo que me abrazara con fuerza el torso. Una única furgoneta pasó a mi lado y
luego la carretera se quedó vacía.
De repente, el cielo se oscureció más y al
mirar por encima del hombro para localizar a la nube causante de esa penumbra,
me asusté al darme cuenta de que dos hombres me seguían sigilosamente a seis
metros.
"No,"
dijo Edward apretando los dientes al igual que Rosalie.
Formaban parte del mismo grupo que había
dejado atrás en la esquina, aunque ninguno de los dos era el moreno que se
había dirigido a mí. De inmediato, miré hacia delante y aceleré el paso. Un
escalofrío que nada tenía que ver con el tiempo me recorrió la espalda. Llevaba
el bolso en el hombro, colgando de la correa cruzada alrededor del pecho, como
se suponía que tenía que llevarlo para evitar que me lo quitaran de un tirón.
Sabía exactamente dónde estaba mi aerosol de autodefensa, en el talego de
debajo de la cama que nunca había llegado a desempaquetar. No llevaba mucho
dinero encima, sólo veintitantos dólares, pero pensé en arrojar «accidentalmente» el bolso y alejarme andando.
"No
creo que sea eso lo que estén buscando," silbó Rosalie.
Mas una vocecita asustada en el fondo de
mi mente me previno que podrían ser algo peor que ladrones.
Escuché con atención los silenciosos
pasos, mucho más si se los comparaba con el bullicio que estaban armando antes.
No parecía que estuvieran apretando el paso ni que se encontraran más cerca.
"La
están conduciendo a algún lado", dijo Edward, apretando los dientes.
"¿Dónde
estás Edward?" Rosalie gritó. "No puedes permitir que esto le suceda”
"Yo..."
Edward dijo con enojo y desesperación. "No sé".
Respira, tuve que
recordarme. No sabes si te están siguiendo. Continué andando lo más
deprisa posible sin llegar a correr, concentrándome en el giro que había a mano
derecha, a pocos metros. Podía oírlos a la misma distancia a la que se
encontraban antes. Procedente de la
parte sur de la ciudad, un coche azul giró en la calle y pasó velozmente a mi lado. Pensé en plantarme de un salto delante
de él, pero dudé, inhibida al no saber si realmente me seguían, y entonces fue
demasiado tarde.
Llegué a la esquina, pero una rápida
ojeada me mostró un callejón sin salida que daba a la parte posterior de otro
edificio. En previsión, ya me había dado media vuelta. Debía rectificar a toda
prisa, cruzar como un bólido el estrecho paseo y volver a la acera. La calle
finalizaba en la próxima esquina, donde había una señal de stop. Me
concentré en los débiles pasos que me seguían mientras decidía si echar a
correr o no. Sonaban un poco más lejanos, aunque sabía que, en cualquier caso,
me podían alcanzar si corrían. Estaba segura de que tropezaría y me caería de
ir más deprisa.
"Maldita
sea", dijo Emmett, por una vez no encontraba su torpeza divertida.
Las pisadas sonaban más lejos, sin duda, y
por eso me arriesgué a echar una ojeada rápida por encima del hombro. Vi con
alivio que ahora estaban a doce metros de mí,
"No,
todavía están tras de ti," dijo Rosalie sus ojos empezaban a arder de pura
ira.
pero ambos me miraban fijamente.
El tiempo que me costó llegar a la esquina
se me antojó una eternidad. Mantuve un ritmo vivo, hasta el punto de rezagarlos
un poco más con cada paso que daba. Quizás hubieran comprendido que me habían
asustado y lo lamentaban.
"si,
como no", se mofó Rosalie amargamente.
Vi cruzar la intersección a dos
automóviles que se dirigieron hacia el norte. Estaba a punto de llegar, y
suspiré aliviada. En cuanto hubiera dejado aquella calle desierta habría más
personas a mí alrededor. En un momento doblé la esquina con un suspiro de
agradecimiento.
Y me deslicé hasta el stop.
A ambos lados de la calle se alineaban unos
muros blancos sin ventanas. A lo lejos podía ver dos intersecciones, farolas,
automóviles y más peatones, pero todos ellos estaban demasiado lejos, ya que
los otros dos hombres del grupo estaban en mitad de la calle, apoyados contra
un edificio situado al oeste, mirándome con unas sonrisas de excitación que me
dejaron petrificada en la acera. Súbitamente comprendí que no me habían estado
siguiendo.
Me habían estado conduciendo como al
ganado.
"Será
mejor que le arranques la cabeza Edward," escupió Rosalie.
"Sí",
coincidió Edward, su tono áspero por la ira.
Me detuve por unos breves instantes,
aunque me pareció mucho tiempo. Di media vuelta y me lancé como una flecha
hacia el otro lado dé la acera. Tuve la funesta premonición de que era un
intento estéril. Las pisadas que me seguían se oían más fuertes.
— ¡Ahí está!
La voz atronadora del tipo rechoncho de
pelo negro rompió la intensa quietud y me hizo saltar. En la creciente
oscuridad parecía que iba a pasar de largo.
— ¡Sí! —Gritó una voz a mis espaldas,
haciéndome dar otro salto mientras intentaba correr calle abajo—. Apenas nos hemos desviado.
Ahora debía andar despacio. Estaba
acortando con demasiada rapidez la distancia respecto a los dos que esperaban
apoyados en la pared. Era capaz de chillar con mucha potencia e inspiré aire,
preparándome para proferir un grito, pero tenía la garganta demasiado seca para
estar segura del volumen que podría generar.
"Eso
no les importará de todos modos," dijo Rosalie apretando los dientes de
nuevo.
"Podría
ayudarme a encontrarla ", dijo Edward.
"¿Por
qué diablos no te has aparecido todavía?" Preguntó Rosalie girando su
cabeza hacia él con fuerza. "No podías mantenerse lejos antes y ahora
cuando ella te necesita..." dijo con voz entrecortada perdida en sus
recuerdos.
"Yo
no podría saber que está en peligro", dijo Edward mirándola con pánico.
"No puedo oír sus pensamientos...”
"Sólo
llega allí", siseó Rosalie recuperándose y empezó a leer de nuevo.
Con un rápido movimiento deslicé el bolso
por encima de la cabeza y aferré la correa con una mano, lista para dárselo o
usarlo como arma, según lo dictasen las circunstancias.
El gordo, ya lejos del muro, se encogió de
hombros cuando me detuve con cautela y caminó lentamente por la calle.
—Apártese de mí —le previne con voz que se
suponía debía sonar fuerte y sin miedo, pero tenía razón en lo de la garganta
seca, y salió... sin volumen.
—No seas así, ricura —gritó, y una risa
ronca estalló detrás de mí.
La
mano que Rosalie no estaba usando para sostener el libro apretó un pedazo de
madera que una vez fue parte de su silla–ahora era aserrín- , y sus palabras salían como silbidos ahora
Separé los pies, me aseguré en el suelo e
intenté recordar, a pesar del pánico, lo poco de autodefensa que sabía. La base
de la mano hacia arriba para romperle la nariz, con suerte, o incrustándosela
en el cerebro. Introducir los dedos en la cuenca del ojo, intentando
engancharlos alrededor del hueso para sacarle el ojo.
Emmett estaba a punto de hacer un comentario,
pero debió haber decidido que no era el momento adecuado para ello, nadie
estaba de humor para oír cualquier otra
cosa que no sea que Bella estaba a salvo.
Y el habitual rodillazo a la ingle, por
supuesto. Esa misma vocecita pesimista habló de nuevo para recordarme que
probablemente no tendría ninguna oportunidad contra uno, y eran cuatro. «
¡Cállate!», le ordené a la voz antes de que el pánico me incapacitara. No
iba a caer sin llevarme a alguno conmigo. Intenté tragar saliva para ser capaz
de proferir un grito aceptable.
Súbitamente, unos faros aparecieron a la
vuelta de la esquina. El coche casi atropello al gordo, obligándole a
retroceder hacia la acera de un salto.
"Bueno,
por fin estás ahí," dijo Alice con un suspiro.
Me lancé al medio de la carretera. Ese
auto iba a pararse o tendría que atropellarme, pero, de forma totalmente
inesperada, el coche plateado derrapó hasta detenerse con la puerta del
copiloto abierta a menos de un metro.
—Entra —ordenó una voz furiosa.
"Arráncales
sus cabezas", repitió Rosalie.
"Rose,
no creo que vaya a hacerlo con Bella allí", dijo Emmett.
"Tienen
que pagar por lo que iban a hacer", dijo Rose enojada. "Y Edward
tiene un montón de practica matando bastardos como estos".
"Tengo
que sacarla de allí primero, y luego volveré más tarde", le aseguró
Edward.
"Edward,"
dijo Esme, con voz desgarrado. "Tú no debe ..."
"Iban
a... no voy a dejar que se salgan con la suya” dijo Edward con los dientes
apretados.
"Si,
si tú quieres," dijo Carlisle y Edward y Rosalie miraron a su padre
incrédulamente. "Ella - ni siquiera saber lo que estaban planeando hacer –
no querrías que hagas eso."
"Yo..."
dijo Edward en shock y luego frunció el ceño. "Eso es verdad."
"EDWARD!!!!!!!!!!!!!!!"
Rosalie le grito.
"No
sé lo que haré", dijo Edward al contemplar sus dos opciones.
Fue sorprendente cómo ese miedo asfixiante
se desvaneció al momento, y sorprendente también la repentina sensación de
seguridad que me invadió, incluso antes de abandonar la calle, en cuanto oí su
voz.
“Imaginen un humano
sintiéndose seguro con un vampiro cerca” Emmett dijo tratando de aligerar el
ambiente, pero su esposa le gruño dándole a entender que no era tiempo para eso
aún.
Salté al asiento y cerré la puerta de un
portazo.
El interior del coche estaba a oscuras, la
puerta abierta no había proyectado ninguna luz, por lo que a duras penas
conseguí verle el rostro gracias a las luces del salpicadero. Los neumáticos
chirriaron cuando rápidamente aceleró y dio un volantazo que hizo girar el
vehículo hacia los atónitos hombres de la calle antes de dirigirse al norte de
la ciudad. Los vi de refilón cuando se arrojaron al suelo mientras salíamos a
toda velocidad en dirección al puerto.
—Ponte el cinturón de seguridad —me
ordenó; entonces comprendí que me estaba aferrando al asiento con las dos
manos.
Le obedecí rápidamente. El chasquido al
enganchar el cinturón sonó con fuerza en la penumbra. Se desvió a la izquierda
para avanzar a toda velocidad, saltándose varias señales de stop sin
detenerse.
Pero me sentía totalmente segura y, por el
momento, daba igual adonde fuéramos. Le miré con profundo alivio, un alivio que
iba más allá de mi repentina liberación. Estudié las facciones perfectas del
rostro de Edward a la escasa luz del salpicadero, esperando a recuperar el
aliento, hasta que me pareció que su expresión reflejaba una ira homicida.
"Por
supuesto que lo estaba", Edward casi gruñó. "Iban a hacerle
daño."
— ¿Estás bien? —le pregunté, sorprendida
de lo ronca que sonó mi voz.
"Edward,
tú deberías preguntarle eso", dijo Esme.
"Creo
que estoy demasiado enfurecido para ser cortés en este momento", dijo
Edward.
—No —respondió tajante, pero su tono era
de furia.
Me quedé en silencio, contemplando su cara
mientras él miraba al frente con unos ojos rojos como brasas, hasta que el
coche se detuvo de repente. Miré alrededor, pero estaba demasiado oscuro para
ver otra cosa que no fuera la vaga silueta de los árboles en la cuneta de la
carretera. Ya no estábamos en la ciudad.
— ¿Bella? —preguntó con voz tensa y
mesurada.
— ¿Sí?
Mi voz aún sonaba ronca. Intenté aclararme
la garganta en silencio.
— ¿Estás bien?
Aún no me había mirado, pero la rabia de
su cara era evidente.
—Sí —contesté con voz ronca.
"Eso
está mejor", asintió con la cabeza Esme.
—Distráeme, por favor —ordenó.
—Perdona, ¿qué?
Suspiró con acritud.
—Limítate a charlar de cualquier cosa
insustancial hasta que me calme —aclaró mientras cerraba los ojos y se
pellizcaba el puente de la nariz con los dedos pulgar e índice.
—Eh... —me estrujé los sesos en busca de
alguna trivialidad—. Mañana antes de clase voy a atropellar a Tyler Crowley.
"Eso
debería funcionar", dijo sonriendo Emmett, esta vez sin tener en cuenta
los gruñidos de su esposa. "Su violencia debe tranquilizarte muy
bien."
"Yo
creo que tienes razón", dijo Edward casi sonriendo.
Edward siguió con los ojos cerrados, pero
curvó la comisura de los labios.
— ¿Por qué?
—Va diciendo por ahí que me va a llevar al
baile de promoción... O está loco o intenta hacer olvidar que casi me mata
cuando... Bueno, tú lo recuerdas, y cree que la promoción es la forma adecuada
de hacerlo. Estaremos en paz si pongo en peligro su vida y ya no podrá seguir
intentando enmendarlo. No necesito enemigos, y puede que Lauren se apacigüe si
Tyler me deja tranquila. Aunque también podría destrozarle el Sentra. No podrá
llevar a nadie al baile de fin de curso si no tiene coche... —proseguí.
—Estaba enterado —sonó algo más sosegado.
"Bueno,
si funciono," rió Emmett. "Me gusta su temperamento.
— ¿Sí? —pregunté incrédula; mi irritación
previa se enardeció—. Si está paralítico del cuello para abajo, tampoco podrá
ir al baile de fin de curso —musité, refinando mi plan.
Emmett
se rió más fuerte en eso.
"Creo
que tienes razón, si funcionó", dijo Edward. "O por lo menos
ayudó."
Edward suspiró y al fin abrió los ojos.
— ¿Estás bien?
—En realidad, no.
Esperé, pero no volvió a hablar. Reclinó
la cabeza contra el asiento y miró el techo del Volvo. Tenía el rostro rígido.
— ¿Qué es lo que pasa? —inquirí con un
hilo de voz.
—A veces tengo problemas con mi genio,
Bella.
También él susurraba, y no dejaba de mirar
por la ventana mientras lo hacía, con los ojos entrecerrados.
—Pero no me conviene dar media vuelta y
dar caza a esos...
"Sí, lo sería", replicó Rosalie
—no terminó la frase, desvió la mirada y
volvió a luchar por controlar la rabia. Luego, continuó—: Al menos, eso es de
lo que me intento convencer.
—Ah.
La palabra parecía inadecuada, pero no se
me ocurría una respuesta mejor. De nuevo permanecimos sentados en silencio.
Miré el reloj del salpicadero, que marcaba las seis y media pasadas.
—Jessica y Angela se van a
preocupar —murmuré—. Iba a reunirme con ellas.
Arrancó el motor sin decir nada más,
girando con suavidad y regresando rápidamente hacia la ciudad. Siguió
conduciendo a gran velocidad cuando estuvimos bajo las lámparas, sorteando con
facilidad los vehículos más lentos que cruzaban el paseo marítimo. Aparcó en
paralelo al bordillo en un espacio que yo habría considerado demasiado pequeño
para el Volvo, pero él lo encajó sin esfuerzo al primer intento. Miré por la
ventana en busca de las luces de La Bella Italia. Jess y Angela acababan
de salir y se alejaban caminando con rapidez.
— ¿Cómo sabías dónde...? —comencé,
"Creo
que estaba escuchando su conversación," dijo Edward.
"¿Entonces
por qué te tomó tanto tiempo para llegar a Bella?" Preguntó Alice también
enojada.
"No
sé", suspiró Edward.
pero luego me limité a sacudir la cabeza.
Oí abrirse la puerta y me giré para verle salir.
— ¿Qué haces?
—Llevarte a cenar.
Sonrió levemente, pero la mirada
continuaba siendo severa. Se alejó del coche y cerró de un portazo.
"Tenías
razón Carlisle, he decidido no matarlos", suspiró Edward. "Tengo que
estar cerca de ella si quiero controlar mi impulso para hacer justicia."
"Eres
un completo inútil", gruñó Rosalie.
Me peleé con el cinturón de seguridad y me
apresuré a salir también del coche. Me esperaba en la acera
"Creo
que es más probable que trataba de abrir su puerta" dijo Edward.
"Ah,
sí, su caballerosidad finalmente se está mostrando", bromeó Alice.
y habló antes de que pudiera despegar los
labios.
—Detén a Jessica y Angela antes de que
también deba buscarlas a ellas. Dudo que pudiera volver a contenerme si me
tropiezo otra vez con tus amigos.
Me estremecí ante el tono amenazador de su
voz.
— ¡Jess, Angela! —les grité, saludando con
el brazo cuando se volvieron. Se apresuraron a regresar. El manifiesto alivio
de sus rostros se convirtió en sorpresa cuando vieron quién estaba a mi lado.
"Estoy
sorprendido de que la boca de Jessica no cayera hasta el piso", se rió
Emmett.
A
unos metros de nosotros, vacilaron.
— ¿Dónde has estado? —preguntó Jessica con
suspicacia.
—Me perdí —admití con timidez—, y luego me
encontré con Edward.
Le señalé con un gesto.
— ¿Os importaría que me uniera a vosotras?
—preguntó con voz sedosa e irresistible. Por sus rostros estupefactos supe que
él nunca antes había empleado a fondo sus talentos con ellas.
"Trato
de no utilizarlo a menos que tenga que hacerlo", dijo Edward. "Y
sobre todo no con alguien que, obviamente, le gusto."
"¿Entonces
por qué has tratado de usarlo en Bella?" Jasper sonrió.
"No
creo que se de cuenta de lo mucho que ella le gusta", se rió Alice.
"Además,
no funciona correctamente para ella", suspiró Edward.
—Eh, sí, claro —musitó Jessica.
—De hecho —confesó Angela—, Bella, lo
cierto es que ya hemos cenado mientras te esperábamos... Perdona.
—No pasa nada —me encogí de hombros—. No
tengo hambre.
—Creo que deberías comer algo —intervino
Edward en voz baja, pero autoritaria. Buscó a Jessica con la mirada y le habló
un poco más alto—: ¿Os importa que lleve a Bella a casa esta noche? Así, no
tendréis que esperar mientras cena.
"Creo
que ella preferiría esperar", se rió Edward.
"Y
podría ser más seguro para tí," dijo Jasper, riéndose de la expresión
confusa de Edward. "Ella tiene un montón de cosas preguntarte a solas y no
creo que te vayan a gustar."
"Tienes
razón", suspiró Edward otra vez. "Esta va a ser una conversación
interesante."
—Eh, supongo que no... hay problema...
Jess se mordió el labio en un intento de
deducir por mi expresión si era eso lo que yo quería. Le guiñé un ojo. Nada
deseaba más que estar a solas con mi perpetuo salvador. Había tantas preguntas
con las que no le podía bombardear mientras no estuviéramos solos...
Edward
gimió y Jasper sonrió con aire de suficiencia.
—De acuerdo —Angela fue más
rápida que Jessica—. Os vemos mañana, Bella, Edward...
Tomó la mano de Jessica y la arrastró
hacia el coche, que pude ver un poco más lejos, aparcado en First Street.
Cuando entraron, Jess se volvió y me saludó con la mano. Por su rostro supe que
se moría de curiosidad. Le devolví el saludo y esperé a que se alejaran antes de
volverme hacia Edward.
—De verdad, no tengo hambre —insistí
mientras alzaba la mirada para estudiar su rostro. Su expresión era
inescrutable.
"¿Por
qué esperó hasta que se fueran para decirme eso?" Edward dijo confundido.
"Debido
a que ella quería quedarse contigo a solas", dijo Emmett poniendo los
ojos.
"Edward,
realmente deberías hacerla comer", dijo Carlisle. "Después de la
conmoción que acaba de pasar ella necesita alimentos y azúcar en su
sistema."
"No
parece conmocionada", comentó Jasper.
—Compláceme.
Se dirigió hasta la puerta del restaurante
y la mantuvo abierta con gesto obstinado. Evidentemente, no había discusión
posible.
"Edward,
estás siendo grosero de nuevo," dijo Esme. "Déjala decidir lo que
quiera hacer".
"Lo
siento", dijo Edward.
Pasé a su lado y entré con un suspiro de
resignación.
Era temporada baja para el turismo en Port
Angeles, por lo que el restaurante no estaba lleno. Comprendí el brillo de los
ojos de nuestra anfitriona mientras evaluaba a Edward. Le dio la bienvenida con
un poco más de entusiasmo del necesario. Me sorprendió lo mucho que me molestó.
"Aww,
ella es posesiva contigo también", se rió Alice y Esme sonrió.
Me sacaba varios centímetros y era rubia
de bote.
— ¿Tienen una mesa para dos? —preguntó
Edward con voz tentadora, lo pretendiese o no.
Vi cómo los ojos de la rubia se posaban en
mí y luego se desviaban, satisfecha por mi evidente normalidad y la falta de
contacto entre Edward y yo. Nos condujo a una gran mesa para cuatro en el
centro de la zona más concurrida del comedor.
Estaba a punto de sentarme cuando Edward
me indicó lo contrario con la cabeza.
— ¿Tiene, tal vez, algo más privado?
—insistió con voz suave a la anfitriona.
"Supongo
que no tengo idea de lo que me tiene preparado," suspiró Edward.
"O
lo que deseas es acabar de una vez", sugirió Emmett.
No estaba segura, pero me pareció que le
entregaba discretamente una propina. No había visto a nadie rechazar una mesa
salvo en las viejas películas.
—Naturalmente —parecía tan sorprendida
como yo. Se giró y nos condujo alrededor de una mampara hasta llegar a una sala
de reservados—. ¿Algo como esto?
—Perfecto.
Le dedicó una centelleante sonrisa a la
dueña, dejándola momentáneamente deslumbrada.
"¿Estás
tratando de asustarla?" Preguntó Jasper divertido.
"Al
parecer, eso hago, se rió Edward.
—Esto... —sacudió la cabeza,
bizqueando—. Ahora mismo les atiendo.
Se alejó caminando con paso vacilante.
"No suena como si estuviera asustada,
sin embargo," dijo Edward.
—De veras, no deberías hacerle eso a la
gente —le critiqué—. Es muy poco cortés.
— ¿Hacer qué?
—Deslumbrarla... Probablemente, ahora está
en la cocina hiperventilando.
Pareció confuso.
"Porque
yo estaba tratando de asustar, no... eh... deslumbrarla", dijo Edward.
—Oh, venga —le dije un poco dubitativa—. Tienes
que saber el efecto que produces en los demás.
Ladeó la cabeza con los ojos llenos de
curiosidad.
— ¿Los deslumbro?
— ¿No te has dado cuenta? ¿Crees que todos
ceden con tanta facilidad?
Ignoró mis preguntas.
— ¿Te deslumbro a ti?
—Con frecuencia —admití.
Entonces llegó la camarera, con rostro
expectante. La anfitriona había hecho mutis por el foro definitivamente, y la
nueva chica no parecía decepcionada. Se echó un mechón de su cabello negro
detrás de la oreja, y sonrió con innecesaria calidez.
—Hola. Me llamo Amber y voy a atenderles
esta noche. ¿Qué les pongo de beber?
No pasé por alto que sólo se dirigía a él.
"Dudo
que se de cuenta," Alice bromeo. "Él sólo tiene ojos para Bella
ahora."
"Y él antes ni se fijaba en las chicas", agregó Emmett
riendo.
Edward me miró.
—Voy a tomar una CocaCola.
Pareció una pregunta.
—Dos —dijo él.
—Enseguida las traigo —le aseguró con otra
sonrisa innecesaria, pero él no lo vio, porque me miraba a mí.
— ¿Qué pasa? —le pregunté cuando se fue la
camarera. Tenía la mirada fija en mi rostro.
— ¿Cómo te sientes?
—Estoy bien —contesté, sorprendida por la
intensidad.
— ¿No tienes mareos, ni frío, ni
malestar...? y
"Bien",
dijo Carlisle, asintiendo con la cabeza en señal de aprobación de que Edward se
asegurará de que estaba bien.
— ¿Debería?
Se rió entre dientes ante la perplejidad
de mi respuesta.
—Bueno, de hecho esperaba que entraras en
estado de shock.
Su rostro se contrajo al esbozar aquella
perfecta sonrisa de picardía.
—Dudo que eso vaya a suceder —respondí después
de tomar aliento—. Siempre se me ha dado muy bien reprimir las cosas
desagradables.
"Eso
explica muchas cosas", se rió Edward.
—Da igual, me sentiré mejor cuando hayas
tomado algo de glucosa y comida.
La camarera apareció con nuestras bebidas
y una cesta de colines en ese preciso momento. Permaneció de espaldas a mí
mientras las colocaba sobre la mesa.
— ¿Han decidido qué van a pedir? —preguntó
a Edward.
"Eso
es tan grosero", frunció el ceño Esme.
"Y
demasiado enérgico", dijo Alice. "Espero que eso no sea la forma
normal, cómo trata de atraer a los chicos."
— ¿Bella? —inquirió él.
Ella se volvió hacia mí a regañadientes.
Elegí lo primero que vi en el menú.
—Eh... Tomaré el ravioli de setas.
— ¿Y usted?
Se volvió hacia Edward con una sonrisa.
—Nada para mí —contestó.
"Error",
dijo Jasper. "No es que importe más claro".
"Parece
que es casi fácil para mí ser normal a su alrededor", dijo Edward.
No, por supuesto que no.
—Si cambia de opinión, hágamelo saber.
La sonrisa coqueta seguía ahí, pero él no
la miraba y la camarera se marchó descontenta.
—Bebe —me ordenó.
Al principio, di unos sorbitos a mi
refresco obedientemente; luego, bebí a tragos más largos, sorprendida de la sed
que tenía.
"Así que ella si está en shock",
dijo Carlisle. "Por lo menos en algún nivel."
Comprendí que me la había terminado toda
cuando Edward empujó su vaso hacia mí.
—Gracias —murmuré, aún sedienta.
El frío del refresco se extendió por mi
pecho y me estremecí.
— ¿Tienes frío?
—Es sólo la Coca—Cola —le expliqué
mientras volvía a estremecerme.
— ¿No tienes una cazadora? —me reprochó.
—Sí —miré a la vacía silla contigua y caí
en la cuenta—. Vaya, me la he dejado en el coche de Jessica.
Edward se quitó la suya.
"Bueno,
esa no la calentará demasiado," rió Emmett.
"Sigue
siendo un buen gesto", dijo Esme. "Y con el tiempo servirá".
No podía apartar los ojos de su rostro,
simplemente. Me concentré para obligarme a hacerlo en ese momento. Se estaba
quitando su cazadora de cueto beis debajo de la cual llevaba un suéter de
cuello vuelto que se ajustaba muy bien, resaltando lo musculoso que era su pecho.
Me entregó su cazadora y me interrumpió
mientras me lo comía con los ojos.
"Tan
bueno como para comeré con los ojos", se rió Alice.
—Gracias —dije nuevamente mientas
deslizaba los brazos en su cazadora.
La prenda estaba helada, igual que cuando
me ponía mi ropa a primera hora de la mañana, colgada en el vestíbulo, en el
que hay mucha corriente de aire. Tirité otra vez. Tenía un olor asombroso. Lo
olisqueé en un intento de identificar aquel delicioso aroma, que no se parecía
a ninguna colonia. Las mangas eran demasiado largas y las eché hacia atrás para
tener libres las manos.
—Tu piel tiene un aspecto encantador con
ese color azul —observó mientras me miraba.
"Yo
estaba en lo cierto", sonrió Edward.
Me sorprendió y bajé la vista, sonrojada,
por supuesto.
Empujó la cesta con los colines hacia mí.
—No voy a entrar en estado de shock, de
verdad —protesté.
—Pues deberías, una persona normal lo
haría, y tú ni siquiera pareces alterada.
Daba la impresión de estar desconcertado.
Me miró a los ojos y vi que los suyos eran claros, más claros de lo que
anteriormente los había visto, de ese tono dorado que tiene el sirope de
caramelo.
"Creo que case antes de llegar a Port
Angeles," dijo Edward
—Me siento segura contigo —confesé,
impelida a decir de nuevo la verdad. ,
Aquello le desagradó y frunció su frente
de alabastro. Ceñudo, sacudió la cabeza y murmuró para sí:
"Oh,
bueno, vamos a ver al vampiro de mal humor otra vez", dijo Emmett.
"Creo
que va a ser más como el vampiro yo-yo", dijo Jasper. "Sus emociones
van a cambiar a cada rato durante esta conversación."
—Esto es más complicado de lo que pensaba.
Tomé un colín y comencé a mordisquearlo
por un extremo, evaluando su expresión. Me pregunté cuándo sería el momento
oportuno para empezar a interrogarle.
—Normalmente estás de mejor humor cuando
tus ojos brillan —comenté, intentando distraerle de cualquiera que fuera el
pensamiento que le había dejado triste y sombrío.
"Bueno,
eso tiene que haber funcionado", dijo Edward.
"¿Qué
está consiguiendo de todos modos?" Emmett dijo.
"Estoy
segura de que vamos a averiguarlo", se encogió Alice.
Atónito, me miró.
— ¿Qué?
—Estás de mal humor cuando tienes los ojos
negros. Entonces, me lo veo venir —continué—. Tengo una teoría al respecto.
Entrecerró los ojos y dijo:
— ¿Más teorías?
—Aja.
Mastiqué un colín al tiempo que intentaba
parecer indiferente.
—Espero que esta vez seas más creativa, ¿o
sigues tomando ideas de los tebeos?
La imperceptible sonrisa era burlona, pero
la mirada se mantuvo severa.
—Bueno, no. No la he sacado de un tebeo,
pero tampoco me la he inventado—confesé.
— ¿Y? —me incitó a seguir,
"Tú
eres un vampiro", dijo Emmett con una voz que se suponía que era la de
Bella, pero que nunca había escuchado.
"Creo
que va a tener más tacto," se rió Edward.
"Lo
sé, pero habría sido divertido si ella lo decía así," rió Emmett.
pero en ese momento la camarera apareció
detrás de la mampara con mi comida.
Me di cuenta de que, inconscientemente,
nos habíamos ido inclinando cada vez más cerca uno del otro, ya que ambos nos
erguimos cuando se aproximó. Dejó el plato delante de mí —tenía buena pinta— y
rápidamente se volvió hacia Edward para preguntarle:
— ¿Ha cambiado de idea? ¿No hay nada que
le pueda ofrecer?
Capté el doble significado de sus
palabras.
"Argh",
dijo Edward, Bella seguro de que no se había perdido nada - rara vez lo hacía
después de todo.
—No, gracias, pero estaría bien que nos
trajera algo más de beber.
Él señaló los vasos vacíos que yo tenía
delante con su larga mano blanca.
—Claro.
Quitó los vasos vacíos y se marchó.
— ¿Qué decías?
—Te lo diré en el coche. Si... —hice
una pausa.
— ¿Hay condiciones?
Su voz sonó ominosa. Enarcó una ceja.
—Tengo unas cuantas preguntas, por
supuesto.
—Por supuesto.
La camarera regresó con dos vasos de Coca-Cola.
Los dejó sobre la mesa sin decir nada y se marchó de nuevo. Tomé un sorbito.
—Bueno, adelante —me instó, aún con voz
dura.
Comencé por la pregunta menos exigente. O
eso creía.
— ¿Por qué estás en Port Angeles?
"Porque
es un acosador, por supuesto", dijo Emmett. "¿Crees se enojaría si lo
supiera?
"No,"
respondió Alicia inmediatamente. "Va a estar contenta de que él se
preocupe por ella".
Bajó la vista y cruzó las manos alargadas
sobre la mesa muy despacio para luego mirarme a través de las pestañas mientras
aparecía en su rostro el indicio de una sonrisa afectada.
—Siguiente pregunta.
—Pero ésa es la más fácil —objeté.
—La siguiente —repitió.
"¿Por
qué no inventas algo?" Rosalie preguntó con enojo. Al parecer, su enojo
hacia toda esta situación volvió a ella ahora que Bella no iba a sufrir - en su
opinión - el más oscuro destino imaginable.
"Tengo
que estar tratando de ser honesto con ella", sonrió Edward.
"Como
sea," silbó Rosalie.
Frustrada, bajé los ojos. Moví los platos,
tomé el tenedor, pinché con cuidado un ravioli y me lo llevé a la boca con
deliberada lentitud, pensando al tiempo que masticaba. Las setas estaban muy
ricas. Tragué y bebí otro sorbo de mi refresco antes de levantar la vista.
—En tal caso, de acuerdo —le miré y
proseguí lentamente—. Supongamos que, hipotéticamente, alguien es capaz de...
saber qué piensa la gente, de leer sus mentes, ya sabes, salvo unas cuantas
excepciones.
—Sólo una excepción —me corrigió—,
hipotéticamente.
"Edward!"
Rosalie volvió a gruñir.
"Ella
ya parece saberlo", se encogió de Edward. "¿Por qué no seguirle el
juego?"
—De acuerdo entonces, una sola excepción.
Me estremecí cuando me siguió el juego,
pero intenté parecer despreocupada.
— ¿Cómo funciona? ¿Qué limitaciones tiene?
¿Cómo podría ese alguien... encontrar a otra persona en el momento adecuado?
¿Cómo sabría que ella está en un apuro?
— ¿Hipotéticamente?
—Bueno, si... ese alguien...
—Supongamos que se llama Joe —sugerí.
"Está
bien `Joe`", explica cómo se puede leer la mente", se rió Emmett.
Esbozó una sonrisa seca.
—En ese caso, Joe. Si Joe hubiera estado
atento, la sincronización no tendría por qué haber sido tan exacta —negó con la
cabeza y puso los ojos en blanco——. Sólo tú podrías meterte en líos en un sitio
tan pequeño.
"Tiene
un punto ahí, no creo que ni siquiera el robo a las tiendas sea muy a
menudo", dijo Carlisle.
Destrozarías las estadísticas de
delincuencia para una década, ya sabes.
—Estamos hablando de un caso hipotético
—le recordé con frialdad.
Edward
y Emmett se rieron de eso.
Se rió de mí con ojos tiernos.
—Sí, cierto —aceptó—. ¿Qué tal si la
llamamos Jane?
¿—Cómo lo supiste? —pregunté, incapaz de
refrenar mi ansiedad. Comprendí que volvía a inclinarme hacia él.
Pareció titubear, dividido por algún dilema
interno. Nuestras miradas se encontraron e intuí que en ese preciso instante
estaba tomando la decisión de si decir o no la verdad.
—Puedes confiar en mí, ya lo sabes
—murmuré.
"Tú
realmente puedes hacerlo", dijo Esme. "Ella no le va a decir a nadie
ni reaccionar mal a cualquier cosa que le vayas a decir."
Sin pensarlo, estiré el brazo para tocarle
las manos cruzadas, pero Edward las retiró levemente y yo hice lo propio con
las mías.
—No sé si tengo otra alternativa —su voz
era un susurro—. Me equivoqué. Eres mucho más observadora de lo que pensaba.
"Eso
es un eufemismo si alguna vez he oído a uno", se rió Emmett, junto con
todos los demás.
—Creí que siempre tenías razón.
"Brillante",
estalló Emmett parándose y aplaudiendo, riendo aún más fuerte que antes y
parecía que todos los demás se divertían mucho, incluso Rosalie le sonrió.
—Así era —sacudió la cabeza
otra vez—. Hay otra cosa en la que también me equivoqué contigo. No eres un
imán para los accidentes... Esa no es una clasificación lo suficientemente
extensa. Eres un imán para los problemas. Si hay algo peligroso en un radio de
quince kilómetros, inexorablemente te
encontrará. — ¿Te incluyes en esa categoría?
Soy lo peor", suspiró Edward.
—Sin ninguna duda.
Su rostro se volvió frío e inexpresivo.
Volví a estirar la mano por la mesa, ignorando cuando él retiró levemente las
suyas, para tocar tímidamente el dorso de sus manos con las yemas de los dedos.
Tenía la piel fría y dura como una piedra.
—Gracias —musité con ferviente gratitud—. Es
la segunda vez.
Su rostro se suavizó.
—No dejarás que haya una tercera, ¿de
acuerdo?
Fruncí el ceño, pero asentí con la cabeza.
Apartó su mano de debajo de la mía y puso ambas sobre la mesa, pero se inclinó
hacia mí.
—Te seguí a Port Angeles —admitió, hablando
muy deprisa—.
"Así
que se le vas a decir que ella tiene su propio vampiro acosador personal",
se rió Alice.
Nunca antes había intentado mantener con vida
a alguien en concreto, y es mucho más problemático de lo que creía, pero eso
tal vez se deba a que se trata de ti. La gente normal parece capaz de pasar el
día sin tantas catástrofes.
Hizo una pausa. Me pregunté si debía
preocuparme el hecho de que me siguiera, pero en lugar de eso, sentí un extraño
espasmo de satisfacción.
"Te
lo dije", dijo Alice con aire de suficiencia.
"Me
pregunto si alguna vez va a tener una reacción humana normal", reflexionó
Edward.
Me miró fijamente, preguntándose tal vez
por qué mis labios se curvaban en una involuntaria sonrisa.
— ¿Crees que me había llegado la hora la
primera vez, cuando ocurrió lo de la furgoneta, y que has interferido en el
destino? —especulé para distraerme.
"La
primera vez no fue la camioneta", dijo Edward gravemente.
—Esa no fue la primera vez —replicó con
dureza. Lo miré sorprendida, pero él miraba al suelo—. La primera fue cuando te
conocí.
Sentí un escalofrío al oír sus palabras y
recordar bruscamente la furibunda mirada de sus ojos negros aquel primer día,
pero lo ahogó la abrumadora sensación de seguridad que sentía en presencia de
Edward.
"El
temor y el amor parecen estar luchando entre sí por el dominio", dijo
Jasper.
"Estoy
seguro de que el amor va a ganar", sonrió Alice.
— ¿Lo recuerdas? —inquirió con su rostro de ángel
muy serio.
—Sí —respondí con serenidad.
—Y aun así estás aquí sentada —comentó con
un deje de incredulidad en su voz y enarcó una ceja.
—Sí, estoy aquí... gracias a ti —me callé
y luego le incité—. Porque de alguna manera has sabido encontrarme hoy.
"Vuelve
al tema que nos interesa Eddy y deja de desviarnos con tus pensamientos de
tristeza," dijo Emmett.
Frunció los labios y me miró con los ojos
entrecerrados mientras volvía a cavilar. Lanzó una mirada a mi plato, casi
intacto, y luego a mí.
—Tú comes y yo hablo —me propuso.
Rápidamente saqué del plato otro ravioli
con el tenedor, lo hice estallar en mi boca y mastiqué de forma apresurada.
—Seguirte el rastro es más difícil de lo
habitual. Normalmente puedo hallar a alguien con suma facilidad siempre que
haya «oído» su mente antes —me miró con ansiedad y comprendí que me había
quedado helada.
"Una
cosa es haber adivinado algo, y otra es realmente escucharlo," dijo
Edward.
"Ella
ya sabe que eres un vampiro ... o al menos está lo suficientemente convencida
de que eres es uno, y ha decidido quedarse contigo", dijo Alice.
"Esto no va a hacerla correr".
"No
sé nada de eso Alice", se encogió de hombros Edward, y Alice resoplo.
Me obligué a tragar, pinché otro ravioli y
me lo metí en la boca.
—Vigilaba a Jessica sin mucha atención...
Como te dije, sólo tú puedes meterte en líos en Port Angeles. Al principio no
me di cuenta de que te habías ido por tu cuenta y luego, cuando comprendí que
ya no estabas con ellas, fui a buscarte a la librería que vislumbré en la mente
de Jessica. Te puedo decir que sé que no llegaste a entrar y que te dirigiste
al sur. Sabía que tendrías que dar la vuelta pronto, por lo que me limité a
esperarte, investigando al azar en los pensamientos de los viandantes para
saber si alguno se había fijado en ti, y saber de ese modo dónde estabas. No
tenía razones para preocuparme, pero estaba extrañamente ansioso...
Se sumió en sus pensamientos, mirando
fijamente a la nada, viendo cosas que yo no conseguía imaginar.
—Comencé a conducir en círculos, seguía
alerta. El sol se puso al fin y estaba a punto de salir y seguirte a pie
cuando... —enmudeció, rechinando los dientes con súbita ira. Se esforzó en
calmarse.
"He
oído lo que pensaban de ella", dijo Edward y parecía tan furioso como el
libro lo describía.
"No
dejes que se salgan con la suya, entonces" Rosalie comentó a sabiendas de
que Edward era más probable que la escuche cuando él estaba así.
Edward
gruñó, pero por lo demás quedó en silencio.
— ¿Qué pasó entonces? —susurré. Edward
seguía mirando al vacío por encima de mi cabeza.
—Oí lo que pensaban —gruñó; al torcer el
gesto, el labio superior se curvó mostrando sus dientes—, y vi tu rostro en sus
mentes.
De repente, se inclinó hacia delante, con
el codo apoyado en la mesa y la mano sobre los ojos. El movimiento fue tan
rápido que me sobresaltó.
—Resultó duro, no sabes cuánto,
dejarlos... vivos —el brazo amortiguaba la voz—. Te podía haber dejado ir con
Jessica y Angela, pero temía —admitió con un hilo de voz— que, si me dejabas
solo, iría a por ellos.
"Si
ella no sabía que eras un vampiro en ese momento, hubiera pensado que eras un
psicópata", dijo Alice. "Hablas de matar tan fácilmente."
"¿Y
cómo ser un vampiro es mejor que eso?" Edward preguntó mirándola
divertido.
"Eh... por lo menos tenemos una excusa", se rió Alice.
Permanecí sentada en silencio, confusa,
llena de pensamientos incoherentes, con las manos cruzadas sobre el vientre y
recostada lánguidamente contra el respaldo de la silla. El seguía con la mano
en el rostro, tan inmóvil que parecía una estatua tallada.
Finalmente alzó la vista y sus ojos
buscaron los míos, rebosando sus propios interrogantes.
— ¿Estás lista para ir a casa? —preguntó.
—Lo estoy para salir de aquí —precisé,
inmensamente agradecida de que nos quedara una hora larga de coche antes de
llegar a casa juntos.
"Hora?,
Yo diría diez minutos", se burló Edward. "Pero estoy seguro de que
estaré contento de pasar ese tiempo contigo de todos modos."
No estaba preparada para despedirme de él.
La camarera apareció como si la hubiera
llamado, o estuviera observando.
— ¿Qué tal todo? —preguntó a Edward.
—Dispuestos para pagar la cuenta, gracias.
Su voz era contenida pero más ronca, aún
reflejaba la tensión de nuestra conversación. Aquello pareció acallarla. Edward
alzó la vista, aguardando.
—Claro —tartamudeó—. Aquí la tiene.
La camarera extrajo una carpetita de cuero
del bolsillo delantero de su delantal negro y se la entregó.
Edward ya sostenía un billete en la mano.
Lo deslizó dentro de la carpetita y se la devolvió de inmediato.
—Quédese con el cambio.
Sonrió, se puso de pie y le imité con
torpeza. Ella volvió a dirigirle una sonrisa insinuante.
—Que tengan una buena noche.
Edward no apartó los ojos de mí mientras
le daba las gracias. Reprimí una sonrisa.
Caminó muy cerca de mí hasta la puerta,
pero siguió poniendo mucho cuidado en no tocarme. Recordé lo que Jessica había
dicho de su relación con Mike, y cómo casi habían avanzado hasta la fase del
primer beso. Suspiré.
"Eddy,
ella está pensando en besarte", se rió Emmett.
"Como
si eso fuera a suceder", se burló Edward, pero parecía preocupado al mismo
tiempo.
Edward me oyó, y me miró con curiosidad.
Yo clavé la mirada en la acera, muy agradecida de que pareciera incapaz de
saber lo que pensaba.
"Eso
va a ser molesto," dijo Edward.
"Lo
bueno es que tienes estos libros, ¿eh Eddy?" Emmett se rió.
"Sí",
se rió Edward también.
Abrió la puerta del copiloto y la sostuvo
hasta que entré. Luego, la cerró detrás de mí con suavidad. Le contemplé dar la
vuelta por la parte delantera del coche, de nuevo sorprendida por el garbo con
que se movía. Probablemente debería haberme habituado a estas alturas, pero no
era así. Tenía la sensación de que Edward no era la clase de persona a la que
alguien pueda acostumbrarse.
Una vez dentro, arrancó y puso al
máximo la calefacción. Había refrescado mucho y supuse que el buen tiempo se
había terminado, aunque estaba bien caliente con su cazadora, oliendo su aroma
cuando creía que no me veía.
Se metió entre el tráfico, aparentemente sin
mirar, y fue esquivando coches en dirección a la autopista.
—Ahora —dijo de forma elocuente—, te toca
a ti.
"Eso
es todo", dijo Rosalie.
"Bueno,
ahora es mi turno de leer", dijo Edward.
"¿Estás
totalmente seguro de que puedes hacerlo?" Alice se burló. "Teniendo
en cuenta lo que va a ser el tema de conversación."
"Voy
a estar bien", dijo Edward, encogiéndose de hombros. "Yo ya sé cómo
se siente - lo único que queda es mi reacción ante ella."
Y qué tal? Les gustó???
Ya saben déjenme un comentario y me harán muy muy feliz, así que no sean
malas/os y háganme saber que están ahí…
Nos leemos en el sgte capitulo :)
1 comentario:
Menos mal que Rosalie se a contenido y no a roto el libro .
Me encantó
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